LA PARTIDA DE PÓKER Y LORD WAUGSBURY

LA PARTIDA DE PÓKER Y LORD WAUGSBURY 1

La noche era de esas noches en las que el sudor y la partida de póker se mezcla con el sabor a tequila. Esas noches en las que el desierto de Sonora parece apostar tu vida a una jugada. Una de esas noches que merece la pena guardar en una Agenda Antara

¡Qué noche no sería aquella!

Wilson  Waugsbury llevaba meses haciendo de guardaespaldas de aquel ser, medio militar , medio bandolero; medio borracho , medio tahur; medio héroe, medio villano. Aquella noche el doctor Waugsbury acompañaba a Pancho Villa.

De la media docena de jugadores que se hallaban sentados a la mesa, al menos media docena eran afamados tramposos, al menos media docena eran irredentos ludópatas, al menos media docena se jugaban, en aquella sucia cantina, algo más que dinero. Pero todos ellos se habían sentado acompañados de su Agenda Antara a la partida de póker mas famosa al sur del Rio Grande.

Y aquello era lo que más preocupaba a Waugsbury: conocedor de que todo cuanto se apunta en la suntuosa superficie del papel de que están hechas las Antaras nunca resulta un mensaje baladí. Sospechaba que cualquier treta que empleara cualquiera de aquellos truhanes, no habría de consistir en un triste juego de manos con cartas marcadas. La trampa maestra, la que resolviese el final de la partida de póker. Habría de consistir en un algoritmo cuya revelación aparecería apuntada en cualquiera de las hojas que fueran abiertas, tras descerrajar correas y aflojar cordones, en aquellos auténticos iconos de papelería.

Cuando Wilson Waugsbury notó rodar la gota de sudor desde su mejilla hasta el cuello, se dio cuenta de que el momento decisivo había llegado. Aquel gringo albino que se sentaba a la derecha de Villa, había echado la apuesta final.  Había dispuesto sobre el tapete todo cuanto se podía apostar en aquella partida  y desplazando con ambas manos todas las fichas de que disponía hacia el centro de la mesa de juego , con una patética sonrisa enmarcando el asqueroso cigarro que amordazaba su dentadura, acertó  a pronunciar:  “Voy con todo, estoy servido de cartas”.

Waugsbury se sintió verdaderamente angustiado. El general Villa había hecho una apuesta enorme, antes de que el Gringo la viese y la aumentase al resto. Aquel tipo le tenía cazado, Waugsbury esperaba que su militar amigo levantase la mirada y con sus codiciosos ojos le pidiese consejo.

Pero Pancho Villa no hizo nada de eso. Efectivamente si que levantó el gesto dirigiéndolo directamente a los ojos del explorador pero, lejos de pedir su ayuda, se limitó a musitar :

 “Wilson por favor, lee lo que pone en mi Antara, página 16, del segundo cuaderno, el que tiene por portada la foto del “se busca” de nuestro amigo albino.

Y Waugsbury, tras celebrar el verdadero ritual que supone abrir y consultar una agenda Antara, alto y claro, procedió a leer estas palabras: “pide dos y apuéstalo todo”. El resultado fue repoker de ases para el mejicano y un balazo en la frente del gringo cuando procedía a desenfundar.

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