Aquella región boscosa y amontañada se hallaba regida por uno de los mas refinados y crueles tiranos que pudieron contemplar los mas oscuros años del siglo pasado. Aquel monarca, hijo de monarcas y terror de los Cárpatos, había conseguido atrapar a Waugsbury tras haber este burlado su cerco hasta en tres ocasiones.
Se cuenta en el “CUADERNO DE SUEÑOS ANTARA” que poco tiempo después de aquello tuve la fortuna de adquirir, (pero esa es otra aventura) que llevados los prisioneros al límite de su agotamiento ante presencia real, fueron obligados por la fuerza a postrarse de rodillas. Con la cabeza “gacha” contra el suelo y en completo silencio, tuvieron que escuchar:
“Como espías habéis actuado y como traidores a la patria se os ha de tratar. Vuestras cabezas serán mis trofeos de caza y como tales trofeos os he de exhibir en la pica más alta de mi reino. Sin embargo, tengo a bien esta noche desafiar a vuestro destino y comprobar si el mismo a mi voluntad es capaz de mostrar reto. Que así sea:
Si Lord Waugsbury es capaz de llamar mi atención en los próximos minutos, desviando mi interés hacia algo que no sea su triste y trágico final. Si consigue distraerme de la venganza que tanto me excita, quizás en el improbable caso de que eso ocurra, todo el grupo puede salvar su vida. Es más, si eso ocurre, si algo hacéis vos en ese sentido, todos podréis marchar.
Aun recuerdo a Waugsbury relatando con su lacónica sonrisa lo ocurrido mientras nos alejábamos de aquel país en ferrocarril.
“Yo simplemente hice dos movimientos y pronuncié unas breves palabras. He de confesaros mis queridos amigos que desde que aquel sangriento personaje hizo su apuesta, tuve la certeza de que la partida estaba ganada.
Alcé la cabeza hasta clavar la vista en sus oscuros ojos, al mismo tiempo llevé mi mano derecha al bolsillo interior de mi sahariana y mientras extraía mi agenda ANTARA, procurando que el fulgor de las antorchas chorrease cual vino viejo por entre los lomos de piel dorada de mi inseparable compañera de viaje, dejando que los cordones de cuero que la cierran y recubren, se desmadejaran para dejar entrever el dulce vainilla que colorea sus páginas, mientras hacía alarde del objeto del que más he presumido nunca, simplemente expuse:
Vine a tu reino en busca de la profecía, aquella que se escribió hace miles de años y que explica cual ha de ser tu final si no lo remedias siguiendo sus instrucciones. Aquí en mi cuaderno de viaje, mi valiosa AGENDA ANTARA, se encuentra un mensaje que solo desencriptado puede ofrecerte algùn tipo de utilidad.
Acaba conmigo o con la ANTARA y tu cabeza acabará siendo un trofeo mas.
Acababa Waugsbury su relato entre carcajadas porque según explicaba lo que salvó nuestras vidas no fueron sus palabras, sino el magnetismo que siempre desprende la noble artesanía en papel y piel que despliega su Agenda ANTARA, sobre todo cuando se hace ostentación al exhibirla ante los demás.